sábado, 9 de diciembre de 2023

¡Oh mi reina dorada!


Que extraña alegría
percibe tu encanto
entono mi Arpa,
¡te amo yo tanto¡

Me inclino a tus pies,
dulce soberana,
recordando tus noches
ocultas y agitadas.

Te ríes de jubilo,
sintiendo mi arrullo,
pero tu mirada
son mágico embrujo.

¡Te amo mi reina!
soy sólo un Marques;
No puedo tenerte,
me mata tu rey.

Por qué de mi canto,
la Luna aparece,
en las noches tristes
que no puedo tenerte;
Y no hay leve sombra
que marque el camino,
de encontrar tus besos
envueltos en los mios.

Palpita mi corazón
y la brisa desciende,
veo que el amor
siempre se enciende.

No es correcto amar
y menos a la reina,
“Está en juego mi cabeza
y hasta mi nobleza.”

Que puedo yo hacer
si tu me reclamas...
un amor desmedido
en tu suave cama,
que irónico destino
al verte “mi amada”
el rey me ha mandado
a una vil batalla.

Mañana me marcho
es triste dejarte,
mi espada se tiñe
en nuevo quebranto.

No sé si regrese
de esa tierra extraña,
te llevo conmigo
mi reina dorada.

Han pasado dos años
de nuestra despedida,
Tres mensajeros del rey
me dictan una sentencia;
No puedo creerlo,
se me ha roto el alma:
¡Traición a mi Rey!
Eso me reclaman.

Se van mis ilusiones
y mis esperanzas,
mis diáfanas fuerzas
debilitan el alba,
te veré allá en el firmamento
te esperaré siempre
sin pronunciar lamento.
¡Adios corazón!
¡Mi reina dorada!.

Roberto Fernández

Del Alma al corazón


Es hermoso
ver la florida primavera,
del alma con su aurora,
rica de fe, de amor
amaneciendo
ruidosa a mis oídos
como un canto al corazón.

Como tantas veces mi flor
al alba serena
en sueños de ilusiones
y dulces esperanzas
que mi alma acarició,
despertando risueño
saltando al corazón.

La noche se despide
y el sol de mis ilusiones
floreces majestuosamente
como señor redentor
que todo lo percibe,
que todo lo ve,
y poderoso a mis visiones
se oculta entre las nubes
en su trono omnipotente
alegrando al corazón.

Y es bello recibir
a un amor eterno
llenando de regocijo
el alma a la pasión
y ver que todo es bello,
y el pesar interno
desaparece ajeno
en mi propio corazón.

El amor se desvanece
si no es correspondido
y sí se reverdece cuando
es bien recibido.

Así como la nieve
cubre las flores a mil,
el árbol del amor
sólo una vez florece
para vivir eternamente
en nuestro corazón.

Más ¡ay!
Dentro del pecho
el deseo y la pasión
no dejando al alma inquieta
de la razón;
Y en pos de su quimera
y loco devaneo
se agita, se alegra
y le canta al corazón.

Roberto Fernández