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martes, 26 de diciembre de 2023

El principito 2023


H
e bajado de la Luna, porque mis pies, mis brazos y mi cuerpo han crecido y no puedo estar en ella.. En la tierra me siento sólo también, -¡Qué melancolía!- Creo que escogí el país equivocado para vivir. Recuerden que en la Luna, yo vivía con mi flor y era feliz...

Ser adulto... ¡No es fácil!!! La vida es irónica, uno encuentra la flor cuyo aroma y perfume te han de enloquecer y por trabas del destino la tienes que dejar ir.. ¿Por qué, díganme?

Algunos me dirán que luche por lo que en verdad amo, pero..
¿Cómo se lucha sin armas?
¿Cómo se lucha, si no quieren seguirte?

Si mis Amigos... Duele, como si te arrancaran el corazón. Jamás pensé que tenía que hacer colas, filas o líneas enormes , -como le quieran llamar- para poder comprar un pedazo de pan... Jamás pensé que aquí en este país, si me enfermo, es mejor morir. Por eso todas las noches miro un lucero que se asoma a mi patio para pedir por la Libertad, por la felicidad de este país.


Aquí al parecer no hay esperanzas. Un payaso amigo mío llamado Tulumk me dijo que, “por tanto sufrimiento, es por eso que los payasos ya no se usan.” Para colmo lo han contratado para películas de terror. ¡ñooooooo!

La felicidad de un niño, aquí no importa... Vale más un delincuente si es comunista... En fin tendré que buscar otro planeta para vivir donde yo no crezca tanto como me pasó en la Luna.

@magitralruna / visitame en Youtube
Roberto Fernandez

lunes, 25 de diciembre de 2023

La fabricación de un Padre para la Tierra


E
n el taller más extraño y sublime conocido, se reunieron los Ángeles, entre ellos los arquitectos, los afamados carpinteros y los mejores obreros celestiales… Todos ellos deberían fabricar al padre perfecto.

–“Debe ser fuerte” ...comentó uno...
_“También, debe ser dulce” ...comentó otro experto...
_“Debe tener firmeza y mansedumbre: Tiene que saber dar buenos consejos.” _“Debe ser justo en momentos decisivos, alegre y comprensivo en los momentos tiernos.”
–“¿Cómo es posible? ...interrogó un obrero... Poner tal cantidad de cosas en un solo cuerpo?”
–“Es fácil,” ...contestó el ingeniero.... “Sólo tenemos que crear un hombre con la fuerza del hierro y que tenga corazón de caramelo.”

Todos rieron ante la ocurrencia y se escuchó una voz (era el Maestro, dueño del taller del cielo, era Dios en persona):
–“Veo que al fin comienzan ...comentó sonriendo... “No es fácil la tarea, es cierto, pero no es imposible si ponen interés y amor en ello.”

Y tomando en sus manos un puñado de tierra, comenzó a darle forma.

–“¿Tierra? ...preguntó sorprendido uno de los arquitectos... ¡Pensé que lo fabricaríamos de mármol, o marfil o piedras preciosas!.

–“Éste material es necesario para que sea humilde ...le contestó Dios... Y extendiendo su mano, sacó de las estrellas oro y lo añadió a la masa.
–“Esto es para que en sus peores momentos brille y se mantenga firme.” También le agregó amor, sabiduría, le dió forma, le sopló de su aliento y cobró vida, pero… faltaba algo, pues en su pecho quedaba un hueco.

–“¿Y qué pondrás ahí?” ...preguntó uno de los obreros...

Y abriendo su propio pecho, y ante los ojos asombrados de aquellos ángeles arquitectos, sacó su corazón, lo corto en dos pedazo y puso uno en el centro de aquel hueco. Dos lágrimas salieron de sus ojos mientras devolvía a su lugar su el otro pedazo de corazón muy ensangrentado.

–¿Porqué has hecho tal cosa?” ...le interrogó un ángel carpintero....

Y aún sangrando, le contesto el Maestro Dios:
–“Esto hará que me busque en momentos de angustia, que sea justo y recto, que perdone y corrija con paciencia y, sobretodo, que esté dispuesto aún al sacrificio por los suyos y que dirija a sus hijos con su ejemplo, porque al final de su largo trabajo, cuando haya terminado su tarea de padre allá en la tierra, regresará hasta mi. Y satisfecho por su buena labor, yo le daré un lugar aquí en mi reino. Le extenderé mi mano, descansará en mi pecho y tendrá Vida Eterna. Pues yo también soy Padre y por él, por su bien, para otorgarle vida, me arranqué del corazón un pedazo de amor y lo puse en su pecho. Y si algún día fracasará y se olvidara de su creador, pues me convertiré en él y haré que a mí regrese, guiado por la sangre que derramaré por él en una cruz, para darle perdón, para mostrarle que aunque es duro ser padre, cuando extiendes tus brazos y perdonas, la recompensa es vida, gozo y amor eterno.

Roberto Fernández
Derechos de Autor®

domingo, 24 de diciembre de 2023

Roberto Fernandez

Derechos de Autor®

Género: Cuento


YO SOY EL ÁRBOL DE NAVIDAD



Había una vez un hombre que estaba completamente loco, pero en cambio, tenía los sentimientos más nobles y puros que nadie hubiera podido imaginar… Su locura inofensiva lo llevaba a creerse que él era un árbol de Navidad y como tal actuaba… Sí, el pobre loco se creía que podía convertirse en ese árbol que en los día festivos de la Navidad, los devotos cristianos adornan sus casas para deleite de los niños y para festejar el Advenimiento a la tierra del Hijo de Dios… Sí, él creía ser un árbol de Navidad… Imagínenselo cubriendo todo su cuerpo de aguinaldos de colores, bombillas multicolores y ramitas y, para satisfacción de los niños del lugar, se paseaba frente a la Escuela Primaria del pequeño pueblo a la vez que gritaba a todo pulmón: 


-¡Yo soy un árbol de Navidad!… Sí, yo soy el árbol de Navidad de los niños!…


Todos los niños del lugar corrían desesperados para ver al árbol navideño representado por aquel pobre e inofensivo orate. Sólo los maestros se disgustaban con la presencia del loco, pues pensaban que éste no permitía que los niños se concentraran en los estudios. Cada vez que la Directiva de la escuela efectuaba una reunión, no faltaba un profesor que se quejara de la presencia del loco en la entrada o en los jardines de la escuela. Esto motivaba el enojo de los ya mencionados maestros del plantel.


-Lo mejor que podemos hacer, señor Director, es sacarlo de aquí a patadas para que se crea un árbol en otro lugar que no sea la escuela y sus alrededores. -decía la maestra de español.


-En New York, hay muchos lugares para hacer esas locuras. ¿Por qué tuvo, precisamente, de antojarse de venir a molestar a esta escuela? Reclamaba el director.


Nada, que este era el teque de todos los días en el análisis educacional. Y así, pasaban los días, y el loco seguía rodeado de niños de todas las edades que le gritaban:


-¡Loco, tú eres nuestro árbol navideño!

-Navidad, Navidad, linda Navidad…

-¡Nosotros te queremos mucho…!


Y el pobre loco era el hombre más feliz del planeta Tierra. Pero un día, unas de las profesoras más salidas del plato, le gritó en plena cara:


Oye, loco, desaparece de este lugar, tu presencia da repugnancia. ¡Ve te…! ¡Aquí ni te queremos…! ¡Vete…!


El pobre desquiciado al oír eso, sintió como si su corazón fuera a estallar dentro del pecho. Entonces, mirando a los niños, con una mirada de incredulidad y tristeza incomparable, movió unas de sus ramitas y escondiendo la cabeza arrastró los pies para marcharse entre lamentos y sollozos. Cuando, de repente, los niños comenzaron a gritarle:


-¡No te vayas, loco, tú eres nuestro árbol de Navidad!

-¡No te vayas, loco bueno, no hagas caso de esa bruja…!


El loco, al oír de boca de los niños tal muestra de cariño, sintió como, lentamente la sonrisa de felicidad afloraba a sus labios nuevamente y, con un furor estremecedor, gritó:


-¡No! ¡No me voy! ¡Yo soy el árbol de Navidad de los niños! ¡Yo soy su árbol de Navidad!… ¡Miren…! ¡Miren cuántos regalos tengo colgados en mis ramas… Y todo para los niños!


-¿Así que de veras te crees un árbol? Le dijo el profesor que se hallaba en unión de otra profesora- (...) Pues, si es así, ¡demuéstralo con los hechos…! ¡Quédate ahí tieso como suelen hacer los árboles, y estáte tres días seguidos sin comer, sin tomar agua…! Y, así nos demostrarás que de veras, tú eres un árbol –acotó el pérfido profesor, pensando que ahora sí se sacudían al pobre demente de los alrededores de la escuela.


-¡¿Ves que eres un humano, y que de árbol sólo tienes una locura que no te deja vivir?! Le gritó la profesora, llena de indignación al ver que el loco dudaba sorprendido de tales aseveraciones, y nada respondía, a la vez, ella se hacia eco de las palabras del profesor.


El pobre orate los miraba, cambiaba una mirada con los niños y escuchaba sus súplicas de que no se fuera de la escuela a la vez que miraba a los profesores sin saber qué partido tomar. Y entonces, con un brillo de decisión y coraje en sus beatíficos ojos, llenó sus pulmones de aire y gritó al cielo:


-Dios sabe que soy el árbol navideño de los niños. Yo les demostraré a todos que soy verdaderamente un árbol de Navidad. Aquí me quedaré por esos días que me piden y tendrán que acertar, quieran o no, que yo soy un árbol de Navidad para los niños.


-¡Loco…! (Rogaban los niños) ¡No lo hagas! No lo hagas. Para nosotros es suficientes saber que tú eres nuestro árbol. Vete tranquilo a tu casa. ¡Regresa mañana, que aquí te esperaremos!


-Es que tengo que demostrarle a los profesores que yo soy un árbol de Navidad para alegrar los niños. ¡Yo soy el árbol de Navidad enviado por Santa Claus!


Y así fue. El loco estuvo tieso, sin pestañear, sin comer, sin tomar agua por espacio de dos días, y para colmo de los males, el frío arreciaba tan fuerte, que la nieve le tapaba los pies, hasta las rodillas. La noticia tomó carácter internacional. Toda la prensa del mundo había tomado parte en la inverosímil historia, y hasta estaban creando su propia leyenda. Y el loco era noticia de primera plana en los diarios y en los servicios televisivos y radiales de toda la Nación. De pronto, en los jardines de la escuela se escuchó llorar al loco y entre sus sollozos se lamentaba amargamente:


-¡Perdonadme, niños! Yo quería demostrar que era el árbol navideño de todos ustedes que tanto se lo merecen. Pero me es imposible. Siento como mis fuerzas me fallan y como si mi alma se quisiera escapar muy lejos a un lugar que desconozco. Perdónenme, oz, oz, oz, adiós…


Los niños lloraban tristemente y hasta los profesores se arrepentían de lo cruel que habían sido. El loco cayó desplomado al suelo sin ninguna señal vital. Los paramédicos trataron de socorrerlo para revivirlo, pero al recogerlo del suelo para trasladarlo, sólo consiguieron trasladar de la rodilla para arriba. Los pies había quedado enterrados entre la tierra y la nieve de aquel lugar. Los niños no podían contener las lágrimas y lloraban donde antes habían quedado sepultados los pies del pobre orate. Entonces, surgió un milagro, las lágrimas de los niños lo habían hecho. Los restos empezaron a reverdecer y por arte de maravillosa magia, comenzó a crecer una plantita que se fue desarrollando hasta convertirse en un frondoso árbol navideño de sin igual belleza y esplendor, y se escuchaba una música celestial, entonando un cántico dulce y melodioso:


-¡Yo soy el árbol de Navidad de los niños!… “¡Yo soy el árbol de Navidad!”


Fin

jueves, 21 de diciembre de 2023

Los Celos


H
abía una vez un hombre muy pero muy celoso, y es algo raro ver a un hombre bien parecido, con su pelo negro color azabache, sus ojos verdes que parecen ver al mismo mar, alto, fuerte y bien musculoso, ser como les dije antes “tan pero tan celoso.”

Resulta que este hombre se enamoró de la mujer más hermosa que ojos humanos hayan visto y para su suerte, ella le correspondió.... Todo iba bien hasta que el hombre le prohibió ir al trabajo, no quería que la miraran mucho... Los celos empezaron a poseerse de él y para colmo de males un día vio desde su ventana a un joven que miraba desde su edificio su casa.  Eso bastó para que clausurara la ventana.

–No es posible, la tengo encerrada y aún así la miran.. (Se dijo para sí) Y fue cuando decidió hacer algo bien macabro. Le corto una mano.
–Ahora manca solo es mía nadie la vera tan hermosa... ¡Nadie...!
Pero no pasó una semana y le corto la otra mano.
–Uf, así esta mejor...
A la semana siguiente, le corto una pierna, después la otra, le arranco un ojo.. le desfiguró el rostro, la pelo a rape y ya feliz dijo...
–Siiiiii, es solo mía, ¿quién va a querer a una mujer así? ¿Quién?
Ese día se fue a su trabajo muy feliz, hasta dejó la puerta de la casa abierta, mientras se decía para si:
–Es tan fea, tan rara, tan, tan, tan jajaja es solo mía.
Al llegar a la casa, no la encontró.
Había sido robada por un coleccionista de objetos raros.

Roberto Fernández