Salí en busca de una rosa
muy temprano y a pie;
Pero ¡qué cosa encontré
enredada entre las rosas!
Allí donde están las flores
un pañuelo hube de hallar
bordado de mil colores
y con un nombre a aflorar.
Y mis ojos no entendían
¿A qué princesa encantada
pertenecía la prenda
con un olor colosal.?
Apurado y abrumado
por el hallazgo triunfal
pregunté como un mendigo
¿De quién es la prenda a juzgar.?
Y de pronto una doncella
con cabellos bien peinados,
me miró con unos ojos
que me dejó en el umbral.
...Es costumbre muy antigua,
hacer una reverencia
a tan preciosa princesa...
Juzgada por la experiencia
le hice un ademán.
Le entregué su amada prenda
mirando su holograma
y me quedé embrujado
en medio del panorama.
¡Oh mi Señor!
Jugaba, ya muy de prisa,
Y con la brisa,
el pañuelo se voló;
No pensé que entre las flores..
él se podría ocultar.
Gracias a usted mi caballero
por entregarme esta prenda
que beso con gratitud
y entrego con devoción
para que usted me recuerde
siempre en su corazón.
Y por más que me esforcé
ya mi alma estaba enjaulada
en su sublime mirar;
Salí en busca de una rosa
cierta mañana y a pie
y desde entonces encontré
a la más agraciada mujer
que me selló mi destino
encontrando su pañuelo
el que jamás desecharé.
Roberto Fernández