Será refulgente la aurora
sobre su iluminado cielo,
del amor que recobra mis anhelos,
y del dolor matar sin miedo.
Entregaré mi vida,
a tierras extrañas,
y regaré sus campos
con mis sangre de guerrero,
sintiendo
la universal ternura
de enjuagar mis lágrimas
en su espesura.
Excitaré dichoso, y enlazado
Mi liga de amor con su enveso
pero defenderé la libertad
que anhela esa tierra
que coronarán mi pluma
con sus versos.
Donde quiera que esté seré dichoso
Y me seguirá en ademán severo
del noble corazón que me atrapa
angustiado, amoroso y sereno.
Qué su suelo tan solo me reciba
como soldado que la codicia ibera
pues mas vale el amor que me profesa
el sagrado deber que inflama el pecho.
Roberto Fernández