Es una estancia con menudas flores
festejan los lirios y azahares…
mil lámparas de artísticos primores
encandilan por la noche los amores.
Me inclino al amor y es mi destino
porque ofrece su miel a los abrojos,
y enlazando la zarza a lo divino
satisface su espíritu a mi antojo.
Me siento feliz de sentir el abrigo
que inclina al corazón con desvarío
y en el lecho de púrpura brillante
estrecha el ceño mi feliz amante.
Con sus manos, de embrujo soñadora
que en el amor es difana y austera
en lo profundo de su ser hay entrega
y el placer de sentir todo de ella.
En su lecho, no hay ira ni querellas,
los desdenes de pasión son bienvenidos
porque mi amor me cobija entre sus brazos
y yo con amor busco de ella sus abrazos.
Allí los dos nos entregamos al amor
y es perpetuo el placer desmedido,
porque su perfumes es tan excitante
que impregnado me devoran los sentidos.
Mi amante es audaz, hermosa y reluciente
como nube de azul plateada y purpurina,
que en sus diáfanas redes aprisiona el alma
al pedestal del corazón que me acobija.
Y si este amor es un pecado desmedido
en mi espalda sepultaré lo vivido
marmóreo templo a cuyo pie quebranta
que mi honor restaure lo ocurrido.
Roberto Fernández