Te doy gloria a ti amada mía
por tu ilustre estirpe generosa
quiero regalarte a toda costa
alegres flores y frutas deleitosas.
Antes de dar fin a mi jornada
que no temeré al presente, ni al futuro
el que con su quietud vive seguro
que se esmalta con la lírica y la prosa.
Oh amor!
No puedo regalarte un anillo
ni de plata ni de oro fino,
pero si es casi seguro
que de mi jardín te haré uno
de los tallos del jazmín o de la rosas.
Será mi acto un atributo de tu memoria
cuyo grande es mi valor y pecho activo
es digno siempre de alabanza y gloria
porque mi fuerte brazo estará contigo.
Así como el sol quema la tierra
las verdes yerbas y esmaltadas flores,
con alegres embrojos y feliz mirada
reposarás tu cuerpo en mi morada
embelleciendo el entorno de mi choza.
Con amor, voluntad y gozo
y contento al son de una
templada sinfonía,
Flautas, tambores y campanas
loarán nuestro amor con grandes cantos.
No tendré riquezas que ofrecerte
pero si el fruto de mis manos
que sangraran por ti mientras yo viva
para ofrecerte a tí amada mía
el placer de ser feliz en estos campos.
Roberto Fernández