miércoles, 20 de diciembre de 2023

Sirena


Un día en el ancho mar muerto
en mi búsqueda del misterio
sentí pánico y miedo
al ver en lontananza al Velero
que por décadas
fue mi abrigo y mi desvelo,
irse a la deriva
rompiéndose su casco
entre las rocas,
que el timonel no vio
por la neblina y el viento.

Y entre el dolor y la angustia,
sin fuerzas de luchar contra las olas
austera y enardecida
mueve su aleta tri-colora
una Ninfa que ha cercándose a mi
me carga entre sus brazos
y me lleva a la costa
recostándome en la arena
sin dejar de mirar
mi llanto y mi pena.

Con aflicción profunda y penetrante
al volver en sí, me cubrí
con las manos el semblante
y prorrumpí a llorar reclamándole así:
¿Por qué sólo a mí
del naufragio servasteis?
¿Qué te hizo en mi pensar?

Y ella entre suspiros y sollozos
su mano en mi frente colocó
y un beso de sus labios fue el alivio
del duro perecer de la pasión.

Y hoy,
Que nadie cree en las Sirenas...
¿Cómo he de olvidar mi triste pena?
Si yo vi esos ojos cristalinos
relucientes curar mi cuerpo herido
y hacerme sentir emociones
quedando a su merced mis ilusiones.

Y ¿Cómo olvidar que,
en ese cielo mismo
encontré el amor,
como un bautismo
de alguien que por siglo
ya es olvido?

¡Nadie, me cree…!
¿Nadie…?
Pero yo doy fe,
¡que así fue…!;
Y no existe un solo día
que no le pida a Dios
en esta vida
Volver a encontrarme con ella.

Roberto Fernández