¡Oh amada mía!
siento el amor
como tempestad sombría
rugiendo en mi corazón estremecido,
girando el pensamiento desolado
entre tinieblas lóbregas sin sentido.
Y heme aquí otra vez, mujer austera…
sintiendo el corazón más que errante
leyendo tus poemas en un instante,
de tranquilo resplandor muy palpitante.
Siento mi mirar vacilante;
y me detengo tremulo y sediento,
devoro con amor todas tus letras;
Tejidas entre morfemas y lexemas.
Hago un ademán de silencio
Devorando con mis pupilas tus versos,
y me quedo temblando y sin aliento.
Escucho un eco conocido
que ha pasado.
Son las alas
del viento de tus versos.
¡Oh, que hermosas letras!
enlutadas de amor y de esperanzas,
es como acariciar con mis ojos su alma
como arrullo de amor en primavera.
Y llamo a la imaginación estremecido
agitando el pensamiento umbrío,
en el terso cristal de mis abrojos
bajo la cálida tempestad de tus ojos.
Más en parte me parece hermoso
encontrar señal y huella de tus pasos
Y descubro, muy sutil entre tus líneas
que soy todo para ti, quizás tu encanto.
Roberto Fernández