lunes, 18 de diciembre de 2023

Palpitar


Amo la hora crepuscular,
la hora serena que me trae
el cálido milagro
de tu presencia en el celular...

Tu nombre tan lejano y tan presente...
Amo esa hora embriagada en tus
íntimas palabras,
hora que se hace eterna
y que me obsede como un
canto litúrgico bordado de belleza.

Veo tu presencia deslumbrante:
Y te observo...
Observo tu imagen circundada de
claras armonías en el cristal de este celular
que me estremece de alegría.

Me quedo quieto esperando tu respuesta,
a la inquietud de mis ojos que brillan,
pensando en los jazmines de tus manos,
en el rojo aquelarre de tu boca
ardida de amapolas y claveles...

Me veo quemado en el calor
de tus brazos irredentos,
y tú, bajo los astros,
me recibes desnuda,
y hay en tu voz
un vuelo de palomas dispersas...

Oh que lejanía!!!!
Me parece verte descender
al círculo de sombra y de silencio
como un astro  que se hunde en el pantano,
como una garza prisionera entre mis manos,
como una espiga de luz curvada hacia el enigma
que hace más densa la prolongada angustia
de estar tan lejos de tí y tu presencia.

Así te sueño yo,
yo que poseía el musical misterio
de tus sonrisas y tus penas,
el encanto de los pálidos lírios de tu ser,
el verde espejo de tu mirada
nostálgica de nórdicos paisajes.

Así te sueño yo, y estás en mi ser
la infinita algidez de tu belleza
y cien ángeles blancos me dicen
desde el aciago horizonte,
que es inútil esperar, que te busque.

ROBERTO FERNANDEZ