Pensé en dejarte, más no pude
Del precipicio salté con regocijo,
llegando al mar, que estaba embravecido
enjuagando mis pensamientos enloquecidos.
Las olas de ese mar, chocan y enfurecen
y otras vienen y la alcanzan,
entre espuma y fragor desaparecen
y con el trote de mi cuerpo corrompido.
Recordé entonces tu mirada,
y pedí perdón al Dios del mar,
porque mi vida sin ti, no tiene sentido.
Roberto Fernández